Ya nada es posible…

El estrés pasa factura: Cada vez son más las personas que sufren un estado de agotamiento total, conocido por el nombre de síndrome de burnout.

“No sucedió de un día a otro, sino poco a poco. Al principio me sentía bien en el trabajo y todos los días iba contenta y con ilusión a trabajar. Con el tiempo, sin embargo, me fui dando cuenta que las condiciones de trabajo eran muy malas. Había muy poco personal y cada uno de nosotros tenía que realizar una carga de trabajo excesiva e irrazonable”, cuenta Carmen una enfermera de Miranda de Ebro.

“En el tiempo disponible simplemente no me era posible hacerme cargo de tantos pacientes, como hubiese querido. La situación de mis compañeros era igual de dura y el ambiente cada vez más tenso y desagradable, por eso los conflictos entre nosotros y nuestros superiores estaban al orden del día y amargaban todavía más el clima.” Al principio Carmen intento remediar la situación mejorando su rendimiento, pero acabó resignándose ante una carga de trabajo que no era realizable a pesar de sus grandes esfuerzos. Esta enfermera idealista y diligente acabó convirtiéndose en una empleada frustrada, que realizaba su trabajo sin entusiasmo y de manera mecánica.

“No era capaz de regenerarme y recuperar mis fuerzas en mi vida privada, incluso empecé a ponerme en duda. Pensaba que quizás mi capacidad de rendimiento y mi eficiencia no eran suficientes, incluso me preguntaba si había elegido la profesión adecuada.” Para Carmen llegó el momento en el que ya no podía dejar de pensar en el trabajo y no había ya sitio en su vida para los intereses privados.

No tenía tiempo para los contactos sociales, las relaciones ni las amistades. “No veía casi nunca a mis amigas, pues no tenía energía para salir con ellas por la noche o en los fines de semana. Sólo quería estar en casa, para descansar y poder salir adelante con mi trabajo.” Pero en esas circunstancias ya no era posible regenerarse y así empezó a sentirse enferma, su estado físico fue empeorando hasta que finalmente llegó el colapso y fue diagnosticada con el síndrome de burnout.

El agotamiento total

El término burnout (del inglés “estar quemado”) fue acuñado en los años setenta por el psiquiatra Herbert Freudenberger para describir un estado de agotamiento total. Observó en el hospital donde trabajaba, que muchos médicos y enfermeras, después del inicial entusiasmo por su trabajo, padecían depresiones y fatiga.

Freudenberger más tarde descubrió que ese fenómeno también se daba en otras profesiones. Hoy sabemos que la permanente sobrecarga de trabajo no se limita a un grupo de personas o a una profesión determinada, sino que puede afectar a cualquiera.

Los primeros síntomas del burnout, por lo general suelen pasar desapercibidos. Durante largos periodos de tiempo aceptamos por razones idealistas, que debemos rendir más de lo que podemos. Así voluntariamente reducimos las pausas y hacemos horas extraordinarias. Poco a poco el trabajo llega a dominar todos los aspectos de nuestra existencia, disminuyendo así nuestra calidad de vida. Al final de este callejón sin salida caemos enfermos, primero sufrimos problemas psicológicos y después esta situación afecta también nuestra salud física.

Las típicas manifestaciones del síndrome de del burnout son: nerviosismo, insomnio, dolores de cabeza, hipertensión, palpitaciones, dolor de estómago, indigestión, tensión muscular, dolores de miembros o de espalda. La forma y la parte del cuerpo en la que se producen estos síntomas, puede variar considerablemente. En algunos casos se han observado enfermedades de la piel o trastornos urinarios y de los órganos reproductivos. Ciertas personas pueden manifestar primero los síntomas físicos y más tarde los problemas mentales.

Falsos ídolos

En nuestro mundo acelerado, muchas personas están condicionadas a estar constantemente en movimiento y llenan cada momento del día con alguna actividad, por poco sensata que sea. No quieren desperdiciar ni un solo instante del día. Ese afán se une a un deseo casi perverso de aspirar a la perfección. El ideal, por lo tanto es, realizar todas las tareas lo más rápido posible y lo mejor posible. Todavía mejor es la capacidad de hacer varias cosas a la vez – ¡el lema es: multitarea! Este comportamiento absorbe toda nuestra energía, hasta que el cuerpo no puede más y, finalmente, se da por vencido.

No es sólo Carmen, la que sufre una enfermedad relacionada con el estrés laboral, sino el cinco por ciento de los empleados, es decir, unos cuatro millones de personas. Eso naturalmente tiene repercusiones sobre el mundo del trabajo, las ausencias y bajas laborales a causa de este síndrome se han duplicado en la última década, y casi el 40 por ciento de las jubilaciones anticipadas son atribuidas a los trastornos mentales. Y eso no es todo, pues los expertos están convencidos de que estas cifras aumentarán dramáticamente en los próximos años.

Los medios de comunicación son parcialmente responsables de este desarrollo, pues presentan modelos inalcanzables y dan a la juventud una imagen del mundo laboral basado en dinamismo y continua actividad. Los protagonistas del cine y la televisión nos sugieren que son infinitamente resistentes e inagotables y nos hacen creer que esa es la norma y la realidad. Esa imagen está tan presente, que ya la hemos aceptado como verdad y no somos capaces de cuestionarla. Por el contrario, la mayoría de las personas intentan ciegamente cumplir esas expectativas y alcanzar unas metas irrealizables.

Así el esclavo adicto al trabajo, que no para ni un momento y va corriendo de una cita a la próxima, es el ideal a seguir. Por un lado nuestra sociedad denuncia un estilo de vida poco saludable, pero no se fija en los perjuicios que causa la sobrecarga constante de trabajo. Pocas veces se menciona que para mantener la salud, además de la buena alimentación, el ejercicio y el descanso, el equilibrio razonable entre la vida laboral y la privada es fundamental.

Salidas de la crisis

Las empresas y en concreto los administradores y los ejecutivos pueden ayudar a reducir el síndrome de burnout en sus empleados. Pueden, por ejemplo, convocar reuniones periódicas con los empleados para asegurar que las tareas se distribuyan de manera equitativa y que, a pesar de seguir las exigencias modernas del mundo laboral, no sobrepasen continuamente las fuerzas de los trabajadores.

¿Pero cómo puede un individuo, que se encuentra atrapado en este círculo vicioso, mejorar su situación? Si se encuentra en la fase inicial del síndrome de burnout, por lo general es suficiente hacer más pausas, contrarrestar el estrés con yoga, ejercicios de respiración y otras técnicas de autorrelajación. Además debe aprender a permanecer sentado o tumbado tranquilamente, sin sentirse inquieto y pensando que debería estar en movimiento.

Si se encuentra en una fase más avanzada estos mecanismos también deben ser aplicados, pero además deberá analizar su propio comportamiento. Hay personas que hacen de cualquier situación una competición y su impulso perenne es superar a los demás e incluso a sí mismas. Otros trabajan más de la cuenta, porque necesitan constantemente la aprobación de los demás. En ambos casos los afectados deben intentar distanciarse del trabajo, para poder conseguir en su tiempo libre la tranquilidad y el descanso que necesitan para regenerarse.

Si ninguna de estas medidas son lo suficientemente efectivas para aliviar su sufrimiento y mejorar su situación, debería buscar ayuda profesional. Es recomendable que consulte a un psicoterapeuta o que se una a un grupo de autoayuda especializado en este tipo de trastornos. Para Carmen la terapia fue un éxito. Los síntomas poco a poco desaparecieron y después de un tiempo pudo volver al trabajo, que, sin embargo, ha aprendido a ver con ojos nuevo.

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