Según los refranes populares y las creencias folclóricas y supersticiosas de distintas culturas, los acontecimientos negativos y los siniestros, no son incidentes aislados, sino que vienen acompañados de rachas de mala suerte.
A veces nos preguntamos si es cierto lo que sugieren los proverbios y si en los infortunios y las desdichas verdaderamente no hay dos sin tres. It never rains, but it pours – cuando llueve, llueve a cántaros. Esa es la traducción del famoso proverbio inglés, que afirma esa superstición universal y que tiene equivalentes en alemán, ruso, francés, árabe, chino y muchas otras lenguas. Eso sugiere que la sociedad mundial comparte la idea de que la mala suerte y las desventuras son eventos que suceden en serie.
La mayoría de nosotros seguro que en algún momento ha vivido una experiencia similar y hay que preguntarse si es posible que eso sea una mera coincidencia o si somos quizás nosotros mismos los que provocamos las rachas de mala suerte. Un ejemplo, tal vez algo exagerado, sería la siguiente cadena de eventos desafortunados: Un día durante el desayuno peleamos con nuestra pareja y acabamos separándonos. A causa de la riña llegamos tarde al trabajo y eso, a su vez, provoca nuestro despido. Furiosos y malhumorados nos ponemos al volante, no obedecemos los límites de velocidad, la policía nos detiene y perdemos el carnet de conducir. Frenéticos y llenos de ira nos vamos a un bar y nos emborrachamos, en el camino de regreso tenemos un accidente al bajar por la escalera del metro. La ambulancia nos lleva al hospital, allí nos confunden con otro paciente y en vez del tratamiento traumatólogo que necesitamos nos hacen una colonoscopía. Por fin en casa, repasamos los acontecimientos y realizamos que en sólo doce horas hemos perdido a la pareja, nos hemos quedado sin trabajo, sin ingresos, sin carnet de conducir y además tenemos el brazo escayolado, pero al menos sabemos con certeza que no tenemos cáncer de colon.
Esta serie de acontecimientos funestos parece un poco extremada y recuerda quizás a las películas y series de televisión, pero incluso estas tienen modelos en la vida real y existen más casos similares, e incluso peores, de lo que a veces imaginamos. Esto plantea la cuestión del origen de las rachas de mala suerte y de las posibles causas que desencadenan las circunstancias adversas.
Personas desafortunadas
La verdad es que la mala suerte es una superstición, pero muchas personas cuando cometen un error que tiene consecuencias negativas, culpan al destino, al mal de ojo o al gafe, en vez de reconocer que han sido ellos mismos los que han causado el problema y que son responsables de los sucesos nefastos y las pésimas ramificaciones que de ahí han resultado.
En la cultura popular existen muchas supersticiones que nos sirven de excusa y nos absuelven de las faltas que cometemos. Cruzar camino con un gato negro, pasar por debajo de una escalera, romper un espejo y el número 13, son algunos de los elementos más conocidos, de los que se dice que atraen la mala suerte. En todo caso, siempre resulta más fácil decir que se ha tenido mala suerte, antes de admitir que se ha cometido un error.
Personas propensas a los accidentes
En la psicología se reconoce la idea de los accidentes provocados inconscientemente y, por lo tanto, existe el concepto de la “personalidad propensa a los accidentes y desastres”. Se trata de personas que suelen tener un número de accidentes y percances por encima del promedio. Estas personas no es que tengan peor suerte que el resto de la población, pero sí es muy probable que sufran de falta de confianza en sí mismos, que sean menos cuidadosos o habilidosos que la mayoría de nosotros y así involuntariamente se causen más daños que los demás. En todo caso, sus problemas son consecuencias de su comportamiento y generalmente son ellos mismos los responsables de los accidentes que sufren y de las desdichas que les ocurren.
El gafe, el mal fario, la malasombra, todos esos conceptos producen una reacción inconsciente en las personas, que puede influenciar de manera negativa su actitud y disminuir su autoestima. Si uno está convencido de que las cosas irán mal, entonces la probabilidad de que verdaderamente sea así es muy alta. Si alguien cree firmemente que es propenso a tener mala suerte, eso se manifestará de manera destructiva en su vida. Si se esperan el fracaso y la derrota, nunca se harán los esfuerzos necesarios para realmente poder conseguir el éxito deseado. De modo que las desilusiones y las desventuras muchas veces son el resultado de nuestras propias convicciones negativas.
Auto-sabotaje
Ocasionalmente las personas, que se consideran desafortunadas, actúan de manera más torpe de lo que verdaderamente son, pues descubrieron en la niñez, que cuando les ocurría algún mal, recibían mucha atención y eso es algo que anhelan y que intentan atraer con sus accidentes y desgracias. Estas personas utilizan el auto-sabotaje para conseguir la atención y el cuidado que echan de menos en su vida y que no saben cómo conseguir de otra manera.
En los peores de estos casos, ciertos hechos pueden tener resultados muy negativos, es posible perder el control sobre su propia vida e incluso ponerla seriamente en peligro. No se puede contar siempre con el apoyo y el respaldo de su entorno, por eso es necesario aprender a ser consciente de ese comportamiento destructivo y si es necesario se debe buscar ayuda profesional para romper los patrones repetitivos que producen los accidentes y fracasos.
Hay que realizar que nadie nace con gafe y que la suerte depende de nuestra razón y de una actitud positiva. El que vaya por la vida con optimismo y autoconfianza podrá evitar o al menos limitar los daños y las series de eventos negativos.